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marzo 01, 2015

¡LA KODAK¡ (Ecfrasis de una fotografía)

Lo fechó en Madrid el lunes 13 de agosto de 1917, justamente el día más intenso de lo que se conoce en la historiografía española como Huelga General Obrera o Huelga revolucionaria. Lo publicó veinte años después, en 1937, como parte de Las vísperas de España. Más tarde lo incluyó en el segundo tomo de las Obras Completas. Es posible que para entonces haya hecho ciertos añadidos intelectuales como la mención de la “estatua con sentidos” de Étienne Bonnot de Condillac, y la de Laoconte o sobre los límites de la pintura (1766), el discurso de Lessing. Tales menciones no son alardes de erudición. Responden al “pensar por imágenes”; aluden a una mnemotécnica basada en la intensa visualización, necesaria para recordar vívidamente un suceso. Me guío aquí por la tradición clásica al respecto comentada por Frances Yates en The Art of Memory, para quien el hombre no puede entender sin imágenes.1

 

“Huelga” consta de quince miniaturas o partes. Cada una ocupa menos de una cuartilla y algunas se limitan a tres renglones. Los subtítulos de las miniaturas parecen caprichosos (o son caprichos, si no olvidamos la influencia de Goya): 1) Tesis; 2) Alegría; 3) Juguetes; 4) Locuras; 5) Pan de munición; 6) Truenos; 7) Heroicidad; 8) Sentimiento espectacular; 9) El mártir; 10) La heroína; 11) La Kodak; 12) Corte transversal; 13) Suspicacia; 14) Un descanso, y 15) Los relinchos. Para percibir los relieves de estas miniaturas hay que acercar la lupa y aplicar un close reading con bastante zoom, ya que cada palabra o frase está cargada de imágenes y significados a la manera de un verso de Góngora. “Gongorismo de la realidad”, llega a decir Reyes en la décima de sus miniaturas.2

 

Ensayo en miniatura, sí, pero es más bien un poema en prosa. Sin embargo, para hacerle justicia al disfraz de ensayo, el primer texto se subtitula “Disculpa”. En él, Reyes expone una suerte de arte poética en contra del arte sentimentalista:

 

Le he quitado a un hombre el corazón. Como se mutilan ranas para descubrir los verdaderos oficios de los nervios, le he quitado a un hombre el corazón, y he puesto a mi hombre a contemplar una huelga desde su ventana.
De paso, me parece que el sujeto perdió en fuerza de comprensión. El don de referir los efectos a sus causas resulta un tanto obliterado.
Pero, sobre todo, advertí con encanto que, cuando dejó de sentir con el alma, todavía sentía con los ojos.3

 

Su hombre sin corazón, como veremos, sentirá con el sentido de la vista. Si hacemos caso a la fecha en que Reyes firmó su texto –13 de agosto de 1917– todo indica que se trata de un lunes, día laboral. Sin embargo, la huelga ha hecho que parezca domingo: un domingo en el que, para el obrero o el trabajador, no había que llevar de paseo a la familia sino marchar con los compañeros a la plaza pública. Entre tanto, al quedarse en el vecindario, las mujeres y los niños se empiezan a hablar unos con otros de ventana a ventana o de la calle a la ventana, y todo parece llenarse de falsos rumores.

 

En la tercera miniatura, “Juguetes”, de repente se asume la óptica infantil para describir el paso de la caballería antidisturbios como la de “unos soldaditos con espaditas plateadas, montados en unos caballitos.”4Al anochecer, en vista de que estaban en huelga los funcionarios del Ayuntamiento que se encargaban de prender el alumbrado público a gas, aparecen unos “faroleros improvisados”.Como no están sindicalizados ni se toman su trabajo como una carga, los faroleros improvisados resultan más sociables que los antiguos. Charlan con los vecinos y hasta le lanzan piropos a las muchachas del vecindario: “—Rica: deme usté un mechón de pelo para estopa, a ver si se enciende el farol.”De ahí lo juguetón de esta miniatura que va a ir contrastando, ya no con la seriedad de las siguientes, sino con cierto desparpajo, con cierta violencia.

 

“Locuras” se titula la cuarta miniatura. Corren los rumores de que se va a suspender el servicio de acueducto y que habrá escasez de alimentos. La tensa calma del vecindario, valga la redundancia, se va tensando cada vez más: las señoras comienzan a recolectar agua y a atiborrar las panaderías. La quinta miniatura, “Pan de munición”, añade más tensión no exenta de humorismo. Dado que los panaderos y los cultivadores de trigo también están en huelga, ¿qué tal si los cañones de la guardia civil comienzan a escupir sobre la regocijada muchedumbre tortas de pan? La óptica humorística resaltado por Reyes, sin embargo, recibe su primera sacudida de susto en la sexta miniatura, “¿Truenos?”. El hombre no quiere dejarse asustar por el ruido de las ametralladoras y de los cañones: “¿Truenos? Muy lejos. Pero es de buena educación hacerse el desentendido. Un truenecito… ¡nada!”Insiste en su visión optimista de la vida, alegre, opuesta al pesimismo apocalíptico de las falsas profecías. En “Heroicidad”, la séptima miniatura, apenas experimenta un “vago terror” cuando ve correr gente por las calles. Hasta se lamenta de que el peligro sea tan leve y que pase tan rápido. Él quiere aventura, riesgo, heroísmo.

 

“¡La Kodak!” se titula la onceava miniatura, sí, como la marca de una cámara fotográfica precisamente. En ella, Reyes va a efectuar una suerte de écfrasis, es decir, la descripción verbal de una imagen. Comienza por lanzar una imprecación contra el periodismo fotográfico que, por mero gusto informativo, “eterniza lo que no hubiéramos querido saber”.A partir de una de las fotos de Luis Ramón Marín (1884-1944), publicada el miércoles 15 de agosto de 1917 en la revista semanal Mundo Gráfico, Reyes va a hacer una auténtica écfrasis.9





 

 

Reyes va a poner en letras itálicas, como si indicara que describe una imagen, la descripción de la segunda foto de abajo:

 

Dos guardias tiran de los brazos de un hombre, como si quisieran desarticularlos de las clavículas, “desenchufarlos”. El pobre hombre —imagen de la improvisación— se había echado a la calle en camisa, víctima de la Idea.
Más que resistir, las piernas parece que se le doblan.
Y en segundo plano, con toda la inestabilidad y la torpeza del gesto sorprendido a medias, hay una mujer arrodillada, los brazos abiertos, implorando.10

 

¿No coincide la descripción con la imagen? ¿Por qué entonces Reyes no remitió a esta fuente ni nunca la indicó? Porque su intención no era periodística sino poética. Al reducir las cosas a sus causas o cuestiones históricas nosotros hemos encontrado la fuente, que él no necesariamente tenía que habernos dicho. Recordemos lo que nos señala en “Detrás de los libros”, uno de los ensayos de La experiencia literaria: «Intente un escritor recordar todo lo que se esconde detrás de uno solo de sus párrafos, y verá que la tarea sería inacabable. La porción visible y flotante no es más que la sexta parte del glaciar, y las otras cinco están sumergidas en las aguas».11

 

El hombre detenido por los dos guardias, de acuerdo con la foto, sólo es “víctima de la Idea”. ¿De cuál Idea? ¿Por qué aparece “Idea” en mayúscula? ¿Acaso indica, más bien, ideología? El contexto de la Primera Guerra Mundial en que se desarrolló aquella huelga, cuyas esquirlas golpeaban el corazón de España, indica que la “Idea” o ideología en boca de los huelguistas de entonces era el socialismo. Reyes evitó la mención de tal palabra para no contaminar su texto con semejante carga semántica. El socialismo se había convertido en el auténtico fantasma que recorría Europa. Si los huelguistas españoles, en aquel agosto de 1917, anhelaron sin éxito tumbar el sistema de la monarquía constitucional para imponer una segunda República de carácter proletario, en el otro extremo de Europa, en cambio, los bolcheviques sí que triunfarían dos meses después, en octubre de 1917, y harían de Rusia la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

 

La última miniatura, “Los relinchos”, es una suma de la poética alfonsina; una síntesis apretada de sus primeros años en Madrid, sí, en sintonía con la Primera Guerra Mundial y con todo el lenguaje y la propaganda bélica. En “Los relinchos”, nos pide gozar de la energía de los potros sacudiendo la pasividad viscosa de la vida burguesa, doméstica:

 

Hay relinchos que van al paso, de gran parada; otros, incómodos, que trotan; relinchos ligeros, que galopan; y relinchos desgarrados que huelen a viento y a pólvora. Dejan regueros de chispas en el aire. Hay relinchos extáticos, de estatua de bronce que canta con el sol.
Los relinchos suben desde la calle burguesa, como llamaradas de selva virgen. O como recuerdos del vivac. (La tienda, la noche, los dados sobre el tambor.) Suben, y rompen con sus pezuñas las vidrieras, y se andan por toda la casa. Nos abren el corazón con sus tajos metálicos.12

 

La última imagen, “nos abren el corazón con sus tajos metálicos”, se conecta con la primera en el afán por extirpar el corazón, por desterrar el chantaje sentimental. Aunque estuvo al tanto de los avances militares de la Primera Guerra Mundial, como aeroplanos, submarinos y tanques de guerra, los caballos seguían siendo, para Reyes, la imagen bélica por excelencia. A caballo había marchado su padre hacia el Zócalo, la mañana del 9 de febrero de 1913 en que lo balearon desde el Palacio Nacional.



El dato completo de este caso de écfrasis se encuentra en mi tesis doctoral, El exilio creador: la obra literaria de Alfonso Reyes en España (1914-1924), El Colegio de México, 2015. Descargar aquí.


NOTAS:

1.(Thomas Aquinos, In Aristóteles librosDe sensus et sensato, De memoria et reminiscentia commenctrum, ed. de R. M. Spiazzi, Turín-Roma, 1949, p. 81. Citado por Frances Yates, The Art of Memory, Routledge, Nueva York, 1999, p. 70).
2.Reyes, “Huelga (ensayo en miniatura)”, en Las vísperas de España, OC II, p. 259.
3.“Huelga”, p. 249.
4.Ibíd., p. 252.
5.Huelga, p. 252.
6.Ídem.
7.Huelga, p. 255.
8.Ibíd., p. 260.
9.La leyenda de la foto dice: “Guardias de Orden Público conduciendo detenido a un huelguista”, en Mundo Gráfico, 15 de agosto de 1917, p. 13. Imagen disponible en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España. Consultada el 4 de marzo de 2015.
10.Huelga, 259.
11.Reyes, “Detrás de los libros”, La experiencia literaria, OC XIV, p. 124. Citado también por James Willis Robb, El estilo de Alfonso Reyes, FCE, México, 1978, p. 56. Véase especialmente el capítulo segundo titulado “De la idea a la imagen”, pp. 30-73.
12.Ibíd., p. 264.


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